Vestirte de cerámica con las creaciones de Cristina es llevar su historia y la de Úbeda allí por donde pasees sus diseños

Nacer te condiciona. Vivir te moldea y perfecciona. Dos frases para una misma persona, para una diseñadora que cuentan de ella lo que es, con qué ocupa su mente y cómo siente con lo que le rodea. Definen a Cristina Garrido, a una aguja emergente que, de momento, irrumpe en moda explorando tanto los confines de ésta, como sus límites, los de ella misma, los cuelas no llega ni a otear. Aún le queda para tocarlos con la punta de los dedos, aún le queda mucho por mostrarnos, visto lo visto en su primera colección, ‘Agua, Barro y Modelaje’.  

No hay más que ver que este ‘stand by’ forzoso en moda provocado por la pandemia y con el que Cristina Garrido lucha para que sea mínimo. Muy lejos de dejarla sin fuerzas y entusiasmo, la ha reforzado en otros aspectos, dándole la energía necesaria para dar vida la firma que lleva su nombre, Cristina.

Para Cristina, para su firma, su creativa no quiere imaginar en monótono, sino con riesgo, con la singularidad suficiente para tildarla de nuevo, de vanguardismo y osadía, ésa que emana de lo único y poco visto. A eso le llevan su talante inconformista y su perfeccionismo, pues ambos no le dejan mirar la moda de otra manera, alejándose lo justo de lo comercial y acercándose de igual manera a la innovación sin extravagancias, encontrando ese punto medio, ese equilibrio en sus creaciones.

Imaginar que los tejidos pueden proyectarse más allá de donde los cortan las tijeras y transformarse de nuevo en naturaleza, en agua y barro, para extenderse equis centímetros más, constituye en sí mismo todo un desafío textil.

Con la ayuda de teselas rojas y verdes, cocidas y sin cocer, anilladas entre sí, integra sus raíces, su ‘nacer te condiciona’, para que aquello con lo que jugaba de pequeña en Alfarería Alameda en Úbeda, se convierta en lo que la profesionaliza de adulta.

De hecho, lo convierte en su prioridad, pues buscar los tejidos después de los accesorios no suele ser el procedimiento habitual en la elaboración de una colección. Como tampoco lo es sacarle al textil todo su rendimiento haciendo uso de sus infinitas posibilidades. Porque jugar a esas luces y sombras de Cristina, a esos claro oscuros del tejido que, según como se ponga, ves de una u otra manera, resulta tremendamente atractivo y no puede resistirse.

Además, le confiere esa tendencia actual, originada por la pandemia, que versa sobre el aprovechamiento de los recursos, un menor consumo de energía y el, cómo no, comercio de cercanía. Y todo desde su entrono más cercano, inspirador e influyente que no queda sólo ahí, en su entorno familiar más cercano, sino que lo amplía a todo lo que es su rincón favorito del mundo: Úbeda.

Sólo hasta ahí, hasta su ciudad renacentista Patrimonio de la Humanidad que, llena de historia sobre piedra. le permite recrear espacios e integrarlos en sus estilismos, como el de la Sacra Capilla del Salvador con la ayuda de un corsé. Aunque para otros pueda resultar ser un cinturón de cerámica, su estrecha altura se alza en dos picos simétricos a cada costado, atándose en cruz en la unión de ambas piezas como se hace con los corsés. Podrán parecerte piel, pero no lo son. Es, sencillamente, cerámica sobre un vestido tubo de largo asimétrico.

Vestido que, al igual que el resto de sus propuestas, se tiñe en tonos ocres suaves, como el begie, o algo más intenso, como el caldera, perfecto para combinarse con las piezas de barro en verde Úbeda. Mira si no el efecto de este corsé construido a modo de puzzle con estas teselas en rojo y verde y que reposan sobre camisa de mangas victorianas a las que tampoco les falta la botonadura de cerámica en el binomio colorista reinante en la colección.

Fíjate también en el efecto que hace la pieza de cerámica al llegar la vista al pantalón corsario, de tono anaranjado y que pretende ser una continuación de la cerámica en mate. la rojiza. Denotándose aquí ese punto de perfeccionismo que anhela Cristina en cada una de sus creaciones.

Esta es la segunda visión que Cristina quiere transmitirnos de este material empleado, de su elegancia rústica que amplia el tejido o que, simplemente, complementa el estilismo como una pieza más. Quizás una tercera opción de su uso sea la que realiza en este diseño, en el que lo que crees ver no es. Mientras el diseño se acerca, tan sólo ves un vestido de largo recto, manga corta y cuello caja. Dejando la sorpresa para el giro, para cuando la modelo encara la vuelta al backstage y nos deja disfrutar de esta otra maravilla que ha soñado Cristina Garrido.

Se trata de piezas rectangulares. esta vez, para agarrar por la espalda de este vestido totalmente abierto a las miradas. Escoge el verde Úbeda, con terminación brillante, igual que tejido, que combina en sus dos tonos posibles, dejando la ausencia de brillo para el pantalón que lo acompaña. ¡¡Simplemente bello!!

Con el manejo y la inclusión de la cerámica en los tejidos, Cristina ha demostrado que la utilización de esta materia prima puede ir más allá de la ornamentación, de la colocación sobre el tejido, que suele ser la forma habitual en la que nos encontramos este tipo de elementos. Pues si de cualquiera de sus diseños quitáramos la cerámica, la prenda ya no tendría sentido, no se sostendría. Necesita, pues, de las teselas para ser lo que son.

Colores, materiales, todos en sus distintas facetas representan su conexión con la naturaleza, incluso la elección de la ausencia de calzado para su puesta en escena. Y es que eso de bucear en sus orígenes le trae a la vista el pequeño tesoro que siempre ha tenido en sus manos, sus vivencias, su enfoque personal de la vida. Tesoro que siempre ha estado ahí a la espera de ser descubierto por ella, de ser transformado para reinventarse y perdurar en el tiempo. Esas son sus teselas, que retornan a su actualidad para, en sus manos, ajustarse a esos otros nuevos usos con visión de futuro aspirantes a la eternidad.

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