Un premio, dos premios, … ¿Tres? ¿¡Por qué no!? Inmaculada Martínez vuelve a conseguir que su flamenca se reconozca como una de las mejores de la temporada.
E Inmaculada Martínez, sin duda, está en ese punto. Sus inicios formativos en la Escuela ESSDM (Centro de Enseñanzas Artísticas Superiores de Diseño), le da esa oportunidad que todo creativo emergente necesita, ofreciéndole pequeños retos. Como IKEA Flamenca en su V edición allá por el 2017, alzándose como ganadora de este concurso de moda poco antes de graduarse. Se ve que eso de ‘vini, vidi, vinci’ se le da muy bien. Pues, tal y como ella mismo dijo entonces: ‘Vi la cortina y me gustó’.
Para aquellos que no estén muy puestos en IKEA Flamenca, para el que una vez incluso llegué a ser jurado, consiste en un certamen de moda para el que se diseña un traje de flamenca de señora y de niña. Con la principal característica que los elementos usados en la confección de los diseños, deben estar a la venta en este gigante sueco del mueble y la decoración.
Ya con este premio en sus manos, intenta lo propio en Novia del Sur al que acude con su Emperaora. Donde no gana, pero va adquiriendo experiencia en estos lares. Así zanja su 2017 y deja que inicie su nueva etapa con otros pensamientos flamencos a plasmar que paseará por las principales pasarelas de noveles en lo tocante a volantes y lunares.
Lola Flores, aquella de la que dijeron en las Américas que ni canta, ni baila, pero hay que ir a verla, es una clara figura influyente e inspiradora para la diseñadora en su enfoque de moda. Y por ello, pronto, será protagonista de una de sus colecciones a la que bautiza como Camaleónica. Y con la que llega a SIMOF 2019 para ser finalista del noveles, entrando así en la historia de esta pasarela de moda flamenca con más de un cuarto de siglo.
Aterriza en ella con todo este bagaje. Un sin cesar de colecciones que siguen sumando pasos hasta su lugar en la moda. Puliendo estilo y definiendo cortes. Cuidando detalles y haciendo uso de todos los recursos que están a su alcance. Haciendo que sus flamencas se diversifiquen para vestir no sólo a la de albero y hormigón, sino a la de monte, arena y sal.
A Camaleónica sigue Diva, un homenaje a las mujeres rockeras, de fuerte de carácter, luchadoras y seguras de sí mismas. Una definición de ella misma, tal y como cuenta, un tanto gamberra y elegante a partes iguales. Pero Diva, su propuesta para el 2020 que se queda colgada en el armario y no llega a ver ese año los ambientes romeros y feriantes. Es el año de la pandemia y del ahogo de la moda flamenca. Aunque para Inmaculada Martínez, afortunadamente, sólo supone un parón en seco, no un cambio de rumbo.
Será ahora, en el 2023, con Andalusí, cuando Inmaculada Martínez, de sangre rockera y alma flamenca, reciba este segundo galardón a su trabajo en Andújar Flamenca, en su casa. Colección que ha desfilado por Pasarela Flamenca Jerez, Huelva Flamenca y SIMOF, donde este año ha participando en el desfile colectivo de su provincia, Jaén.
Con un tejido exclusivo, basado en la azulejería de los Reales Alcázares de Sevilla, y con ese punto de vista que le define, mezcla con otros colores primarios y vibrantes este exclusivo textil para crear una colección de lo más caprichosa. De hecho, está pensado cada diseño para que sean combinables entre sí, permitiendo las mezclas de unas piezas con otras consiguiendo, así, nuevos estilismos sin hacer uso de más tejido ni recursos.
Mirado desde el punto de vista de la sostenibilidad y eficiencia de recursos, se sube a esas tendencias que ya aparecieron pre pandemia. Y que se reforzaron durante pandemia, sentando las bases de la nueva forma de crear moda. Las cuales también están llegado a los talleres de flamenca.
Dice de su colección que ha sido mimada, a lo que añado que tal y como ha hecho siempre. Su pulcritud, planteamiento de colección y gran arsenal de ideas que acoge su mente creativa, no dejarían que cada puntada se quedara sin el cariño que se merece.
Pero ahondemos en Andalusí. Con diseños donde la cremallera delantera para un cuerpo, que parece poder colocarse a capricho, consigue que, a veces, sea escotado y, a veces, un sencillo cuello barco. Aunque pueden ser, simplemente, imaginaciones mías.
Suposiciones aparte, el maravilloso estampado exclusivo de azulejería, aporta una amplia paleta de colores, aunque la base de esta colección sea el blanco. Tendencia, por cierto, en flamenca. La desmesura en mangas, que parecen simular alas a punto de batirse para salir volando, está perfectamente compensada con esa falda cuerpo vuelo se abre lo suficiente como para que queden acogidas en él.
Para el siguiente diseño, el estampado despliega su atractivo por todo el vestido, colocando, estratégicamente, la parte principal del dibujo en el centro. De nuevo los vuelos son contundentes, con las enaguas que les corresponden, haciendo de unos cuantos volantes de capa en organdí, ese detalle que no solo funciona para decorar escotes, sino que ejercen función de mangas. Volantes que parecen unirse, aunque realmente corren en paralelo.
La cerámica del Alcázar es en este otro diseño se prodiga por esta silueta sirena que se erige con cuerpo. Y se acompaña de esa grandiosidad propia del volumen recreado en mangas a base de superposición de volantes de capa, que van desde el hombro hasta el puño y, me atrevo a decir, en disminución.
El escote, cuadrado para eludir esa necesidad de mantoncillo a un estampado que ni quiere, ni debe taparse con nada. Solo flores al pelo y pendientes deberán completar este look flamenco.
Como elemento poco habitual en flamenca, el corpiño da forma a este talle estampado que rompe en cintura y prosigue en naranja con un par de generosos rizados al aire. Escote, de nuevo, con esquinas rectilíneas y mangas jamón en ese volumen adecuado y correcto. Ese que evoca a la perfección el que se prodigaba en los 80.
De nuevo naranja y escote cuadrado, que podemos acentuar de favoritos de la diseñadora, se combinan con su estampado azulejero. El cual, aquí se borda, tal y como pueden verse en mantos y sayas de vírgenes, dejándole un lugar preferente para que atrape miradas este millar de puntadas con hilos de oro.
Las mangas, una vez más, se ‘jamonan’. Pero en una manera diferente. Como si se mezclara con la otra tendencia en mangas, la mariposa. Y así, como si cogiera un pellizco en el centro, la frunce y crea este capricho en el antebrazo, que no resta protagonismo a su enroscado abundante, colocado por pareja y al hilo.
Andalusí acaba su pase por pasarela con una bata de cola, como manda la tradición flamenca, y en blanco, como lo haría una novia en un desfile de moda. Y de esas batas de cola que no llevan cortes ni añadidos, ésas de las que la mesa de corte se queda pequeña para semejantes piezas y el suelo se convierte en el mejor apoyo.
De tono nacarado, con limpieza absoluta de volantes en puños y cuello barco, convierte Inmaculada Martínez un lienzo en blanco sobre el que reposar ángeles bordados en oro. Porque aquí es donde aúna sentimientos. Aquí es donde hay quien verá un deseo cofrade, otros, el fervor a la Virgen y, algunos, la mejor manera de expresar con aguja e hilo lo que es una romería. Uniendo volantes romeros y flamencos al bordado de la saya, del manto, de la Virgen de la Cabeza.
Así es Andalusí. Una delicia azulejera, propia de palecetes andaluces, que sirve a Inmaculada Martínez para reivindicar su espacio en moda flamenca. Una soberbia exposición textil que crea adeptos a esto del volante y el lunar ante su clara definición flamenca. En su acepción no renuncia a nada. Por lo que acorta distancias entre lo actual y clásico y marca fronteras de la nueva flamenca. Esa que suscita sentimientos encontrados y revuelve cimientos. Esa que se necesita para que la moda flamenca, la moda de nuestro traje regional, siga viva y evolucione.