El amor es cíclico, se consume, se genera y se vuelve a dar, y así sucesivamente, pero sin llegar a quedarnos vacíos. Pues su generación constante es, sin duda, el verdadero sentido de la vida. Ésa que se construye en un día, una semana, un mes o en años, tantos como 50 y que luego se narran y se comparten.
Su colección es Raíces. Es su yo y su fuente inagotable de inspiración. Es volver a entrar en sí misma y rebuscar en los inicios para encontrar recuerdos imprescindibles, pero olvidados y, por tanto, con obligación inevitable de revitalizarlos.
Esos recuerdos los retinta de colores, así, los que eran entonces naranjas, fucsias o turquesas, ahora, evolucionan a calderas, fresas y agua marinas. Pues la vida es eso, es adaptar esos puntos de inflexión que nos dieron forma a cada nuevo reto que se nos plantea. Sólo del naranja podrá, entonces, surgir el caldera, del fucsia el fresa y del turquesa el agua marina. Porque seguimos siendo nosotros, porque Cristina Vázquez sigue siendo Cristina. Todo sigue ahí, intacto, a la espera de recuperarse y moldearse a quien ella es ahora.
De hecho, su desfile en SIMOF arranca en naranja y negro, sin olvidar ese toque de coquetería que imprime en cada uno de sus diseños.
Así, la rudeza del negro que complementa al look imaginado en un tono vibrante y poderoso, como es el naranja, se puntea en blanco y con ese revival ochentero que ella tan bien dispone y hace uso en el traje de flamenca. Para el vuelo, la abertura en evasé se va abrazando a la falda, de manera que sube y la rodea.
En la siguiente propuesta moteada en galleta, prosigue con este mandarina escogido para sus propuestas de este año. De vuelo generoso, se va abriendo hacia el bajo y muestra las enaguas con la ayuda de un bajo salpicón (lo que viene a ser dejar algo cortito el tejido de lunares para que así enseñe enaguas). Para el bajo se disponen volantes que lo rodean en toda su extensión, ya sean al hilo, ya sean colocados al bies incrustados en las nesgas, pero con simetría. Todo un deleite de sencillez su disposición para flamencas.
Aquí, sin embargo, se invierten los tonos, tiñéndose el polka dot de naranja, expulsando al blanco y contrastando ahora con las enaguas ónix, dejando que el vibrante turquesa forre los volantes caídos de los hombros. El talle baja y se ciñe al cuerpo, buscando esas otras siluetas sin fecha de caducidad que ondean volantes al hilo con carrucha en costura. El escote se personaliza y abre en forma de gota, otra pincelada discreta e innovadora de las que gusta a Cristina Vázquez.
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Aún nos propone otra manera más de aflamencar este tejido típico inglés, la pata de gallo, pero será en un corte más rociero que feriante, cerrando esta mini colección de estampado en negro. Y con el que la diseñadora da rienda suelta a su creatividad, haciendo que las tendencias de moda entren, de lleno, en sus trajes de flamenca.
Así, integra las tirantas propias de peto, con hebilla metálica inclusive, en un diseño que se antoja batita rociera. Con vuelo desde escote, no demasiado, dejando que el largo, de nuevo, se ajuste al suelo con un solo volante, ese que tan bien ha anunciado en carrucha turquesa. Y con ese elemento lazada a la espalda, que se está convirtiendo en una característica definitoria de la firma.
Para el siguiente, su predilecto vuelo clavel mandarina y a la vista, en el que el tul hace de las suyas y aúpa los volantes del traje colocados en cascada, realza la figura en caderas y afina la cintura, como de costumbre. Al que añade un cut out en mangas de capa con flores bordadas. Y todo en un tono azul turquesa que, bien llamado agua marina, viene a ser otro azul más, que tanto le gusta, con espacio en sus colecciones.
Tono que reduce a espacios equidistantes de forma circular en este otro traje de flamenca, tanto como el tamaño galleta le permite en el textil, y sobre un fondo blanco, que para eso el tono parece haber vuelto con fuerza.
Rizaditos paralelos, y un solo vuelo desde el talle bajo, marcan el volumen del traje. De cuello caja y manga cerrada hasta el puño y sin volante, se compensa con un chalequillo sin mangas, flecado XXL y bordado, sustituto perfecto del mantoncillo, aportando un aire diferente al estilismo feriante.
Antes de pasar al rojo nos obsequia con un poquito de blanquinegro, sin dejar de lado el azul, que reserva aquí para enaguas. Todo en un diseño en evasé con lunar en tamaño pequeño y tintado en diferentes tonalidades para resaltar sobre el blanco. Los lunares llegan hasta el volante negro, dando ese toque singular que recuerda a las goyescas con un juego de encajes anchos en negro.
En su colección también pudimos ver otro básico entre sus diseños. Un dos piezas en el que mezcla cuerpo crop top hasta cintura, manguita corta y escote gota, con la batista blanca perforada, que se deja querer por un flecado al tono y que sólo sobresale un dedo de la prenda.
La falda, un capricho, como todo en ella, con vuelo en cascada desde cintura, abriéndose en clavel de tono mandarina.
Con esa misma batista da forma a otro vestido de flamenca, que bien podría ser un vestido de verano, si no fuese por las enaguas en naranja y buganvilla. De largo mono volante, sin querer entrar de lleno en los canasteros, aunque se atisbe ajustes cintura con pasacintas ancho en un escote uve redondeado. Y como protagonista absoluto, el revuelo de mangas clavel.
El mantón bordado sobre negro y flecado en buganvilla es, simplemente, el toque sofisticado que pide el diseño. Pues la flamenca también posee acento glamouroso.
Del rojo volvemos al lunar por el que empezó. Pero, esta vez en versión contraria, titando el moteado en rojo sobre blanco. Con ellos, nos plantea un corte imperio de cuello caja, sin volantes en mangas, y con un trío de volantes al hilo de vuelo fruncido.
Para cerrar su desfile, escoge el negro y, de nuevo, el sombrero cordobés . Otro de esos elementos característicos en ella y para los que siempre tiene espacio en sus colecciones. Hecho que, puede que sea como casi siempre, si la memoria no me falla.
Y lo hacen acompañando a trajes de flamenca de los que marcan figura y lucen bordados de flores de colores en cadera. Así es, a grandes rasgos, uno de los caramelos con los que finalizaba su desfile.
Sin mangas, pero con un volante en el escote que hace las veces de manga y mantoncillo, sin serlo. El vuelo de rizados hacia arriba, se colorea en naranja y aúpa al canastero coqueto.
Naranja que se torna buganvilla. Por tanto, de una tendencia en tonos, pasa a la elección de uno considerado básico de moda feriante. Y lo hace para un dos piezas con vestido de tiranta ancha y cuerpo de seda, en esa semitransparencia que tiene al universo moda conquistado.
Las mangas, tipo corsario, y el cuello, opta por el llamado mao para el que se bordan, igual que en puños, unas cuantas flores.
Eso es Raíces, su esencia, tu esencia, nuestra esencia en constante evolución que te recuerda quién eres y cómo has llegado hasta aquí. Cristina es, pues, Raíces y Raíces es, por tanto, esa explosión de color que, tal y como ella misma dice, representa la alegría de toda una vida juntos. Y le ayuda a transmitirte su historia con volantes, lunares y tres colores básicos.
Quizás sea ésta la colección más íntima de la diseñadora, presentada hasta ahora. Pues Cristina Vázquez hace una introspección a su yo originario, equilibrando con texturas y formas tanto su origen, como evolución. Tanto de ella como persona, como la proyección de todo esto en la firma.