Y cuando Hecho a mano es la definición básica de un traje de flamenca, de este sector de moda, es obligado dedicarle toda una colección de volantes, lunares y pasacintas.
Pero, de repente, un día, como si nada, todo vuelve a su sitio. Abres el cajón y, de nuevo, aparece lleno de elementos para dejar volar la aguja y el hilo. Se reanuda la marcha y todo se torna más fácil. Una nueva colección flamenca surge y se bautiza como ‘Hecho a mano’, la nueva temporada flamenca de Cristina Vázquez. Comienza su andadura hasta la pasarela con la primera de las fases creativas terminada.
Nace, pues, esta colección, acaecida tras una travesía por el desierto, en la que el factor humano, como siempre, es el gran hacedor de sueños flamencos. Lo es tanto esta vez, que incluso se apropia de este factor para nombrarse y homenajear a la herramienta básica de cualquier taller de costura. Ésos que forman el entramado de la moda flamenca en los que la medidas son de una exactitud inexacta, donde el tiempo lo marca la vida y sus circunstancias y donde repetir diseños en masa aburre y no compete. El creativo necesita experimentar, esos juegos de ensayo y error que le piden cumplir siempre retos nuevos y, por tanto, ser fiel a la exclusividad.
Cuando la inspiración llega, los diseños surgen uno tras otro. Van tomando forma. Así se antojan colores que engañan a la vista, pasacintas a lo oversize, lunares palpables tanto en negro, tendencia de la temporada, como el blanco. Las flores se ausentan. No suelen estar entre las predilectas de Cristina Vázquez, quien, como siempre, vuelve a crear tendencia. Su evolución profesional lo marca y, como tal, con ellas arranca su presentación en SIMOF.
Parte así de un exquisito guipur de amebas bordado en mangas al codo y ‘pasacintado’ en ese cruce kimono, propio de un dos piezas donde la falda, lejos de la sencillez, se complica entre volantes y aberturas de las que comienzan bastante arriba en caderas. El toque del estilismo los salones en rojo carmín.
Uno de los tonos con los que se topa, sabiendo, sin saber, que ese y sólo ese era su azul de temporada, el azul Klein algo apagado. Con él colorea su primera silueta de talle bajo y vuelo fruncido. Con él cumple las máximas del minimalismo, donde la ausencia de detalles maximiza la elegancia del enfoque básico que establece en este traje de flamenca. Y le confiere el don de la atemporalidad, pero con su acostumbrado volumen tanto en puños, como en el bajo del vestido.
Pero no será la única pieza que te deje anonadada en esta mini colección de añíl y mostaza. Un ejercicio entretenido y admirable de cómo disponer su acopio de volanteos al aire es otro de los deleites a los que nos somete, por voluntad propia, esta diseñadora. Dibujando, pues, siluetas evasé marcadas por grandes lunares blanco en el vuelo.
Moteado que, a veces, se apodera del talle, con el pasacintas donde debe, marcando vuelo clásico de falda, y escote barco, que se postula como opción para recrearse en espalda a la vista. Destacables esas maravillosas tiras bordás de gran tamaño que añade en mangas. Todo un guiño a esas generaciones que han llevado y llevarán, tiras clásicas como éstas para sus paseos feriantes.
De nuevo pasacintas maxi, doble y en puños que quedan desnudos de volantes. Lunar en negro, tal y como marcan las tendencias, para forrar ese volantes al hombro que, estéticamente, resulta como esas hombreras ochenteras y que se enmarcan en sendos escotes cuadrados.
Con este mismo textil de color poco habitual, se deleita con enaguas en rojo que se me antojan coral. Por aquello de seguir el juego de colores al que nos ha invitado la diseñadora. De silueta sirena y en un volumen algo más somero de lo que nos tiene acostumbrados, cuaja este mini canastero con pasacintas de talla grande en blanco para raso verde, pues para eso el verde y el rojo, en flamenca, son pareja ‘bien avenida’.
Igual sucede en puños de mangas ranglán, poco o nada vistas en flamenca, por cierto, y con la que ya me he topado, no sólo en su colección, si no me equivoco, sino en alguna más entre los emergentes que he podido ver este año.
El gusto por las blusas es realmente palpable. Si en la colección anterior, un puñado de lunares negros se repartían por un corte de puños cerrados y lazada al cuello sobre la espalda, para su nueva colección, la lazada se deja reposar por delante y en cintura. Reduce aquí el tamaño del lunar y añade este affaire con pasacintas maxi, denominador común en toda la colección. La falda repite textil de tono caprichoso y enaguas en coral.
De nuevo ese tejido que tanta diversidad para el engaño del color le da. Pero, esta vez, con un ingenioso lunar blanco, ¿o será beige? Sea como fuere, lo plantea en una silueta fluída, donde el evasé se entretiene y sesea el volante canastero en el que acaba, algo más corto, para que las enaguas en un verde de bosque mojado, decoren a la vista. Aquí no incluye pasacintas, que para eso un par de volantitos se encargan de decorar el talle con cruce entre ellos incluido, pero sí esas maravillosas tiras bordás de lunares huecos.
De escote uve limpio y clásico, ceñido hasta después de caderas, hasta ese punto cómodo en el que comienza un vuelo de doble largo con su mismo volante que tanto le caracteriza y ese atemporal estampado ameba en multitud de colores, que resaltan en este verde agua o turquesa suave, según quieras verlo, que repite mini volantes desde codos para la manga larga de este diseño.
Últimamente siempre incluye algún que otro estilismo aflamencado entre los diseños que cierran su paso por pasarela. Para esta ocasión, ese textil de cachemir se prodiga por todo el vestido de escote corazón con mangas y vuelo de capa desde sisa, siendo un dulce volante de minúsculo lunar en blanco el que inunde largo y hombros, aquí a modo de manga. Se combina con mantón flecado a juego.
Así, cambia la estética de un corte entallado, escote pico y doble fila de volante y lunares negros, para conseguir esta otra silueta que se sale de lo clásico para pasarse al actualizado sin estridencias ni extravagancias.
Será de rojo flamenco como acabe su paso por SIMOF. Con mantón bordado y sombrero ala ancha al tono, sus caramelos carmín se paseron por la pasarela espejo de sevillanas maneras. Un sin mangas con volantitos al hombro, un escote pico sin mantoncillo y su vuelo en evasé, pero sin sus microvolantes. En este tono, recupera también el clásico canastero de vuelo subido que hace una década inundara ferias y romerías. Ése que se ceñía al talle y se enroscaba en él, buscando cintura.
Cierra el desfile de su colección ‘Hecho a mano’ con un tres piezas de falda top, escote corazón y chaquetilla de singular pasacintas integrado en la prenda. Con lunar lenteja y simétrico, el cuerpo de encaje casa con esa ya acostumbrada inclusión de semitransparencias en las colecciones. Y la falda es de una deliciosa armonía en la pareja de volantes de talle bajo y volumen desmesurado sólo para el último.
He aquí una nueva colección que se convierte en otro hecho que permite calificar a Cristina Vázquez, de manera oficial y categórica, como miembro de ese Olimpo de Dioses reservado sólo a aquellos a los que su imaginación les permite crear a nivel adecuado para ser calificados de creadores de tendencias. Llegando a este status sin apresurarse, con tesón y trabajo constante, tal y como corresponde a grandes firmas de moda.