‘Sí, Mantilla’ nos muestra cómo puede ser un vestido negro para vestir mantilla sin romper las normas.

El protocolo existente de un vestido negro para vestir mantilla es rígido y complejo. Atado a la tradición, como debe ser para que se conserve. Y, supuestamente, cerrado a posibles cambios, dado que cuando se comienzan a admitir demasiadas posibilidades ya se sabe que se va desvaneciendo la verdadera esencia de la costumbre, de lo que debe perdurar.

El caso es que, si te ciñes al acompañamiento principal de peina y mantilla, al vestido, resulta que rara vez te topas con quienes cumplen las reglas, aunque la mayoría cree, firmemente, que sí las cumple. Estoy segura que muchas piensan que van perfectas, que con llevar peina y mantilla bien colocadas es suficiente, cuando, realmente, están equivocadas, pues dejan de lado el vestido negro para vestir de mantilla, el que debe ser de cierta manera y no de aquella que se adecúa a los típicos LBDs. Las pautas son básicas y sencillas en un vestido negro para vestir mantilla: debe ser en un austero negro que dibuje silueta sin marcar, sin adornos y sin ricos tejidos, también sin escote, por lo que se estila, preferentemente, un cuello caja, que cubra el brazo hasta las muñecas, o casi, y que tape piernas hasta las rodillas, incluso un poco más allá. Vas de luto por la muerte de Cristo, no puedes mostrar demasiada piel.

Vestido negro para mantilla de Antonio Gutiérrez

Sin embargo, te topas con vestidos de largo mini, a veces demasiado entallados, diría más bien estrechos aunque, casi siempre, se ajustan, más o menos, a como deben dibujar el cuerpo. También te los encuentras sin mangas, de hombros descubiertos, vaya, y con escotes generosos tipo cuadrados, uve e incluso corazón, por lo que el canalillo salta a la vista. A veces demasiado. Y todo esto cuando se supone que vistes de negro y mantilla por tu fe cristina, por tu dolor por la muerte de Jesucristo. Un poco chocante el motivo de vestir mantilla negra en Semana Santa ante semejante atuendo desenfadado, ¿no crees? Si tu opción prevista es similar a ésta, mejor no te vistas de mantilla y déjalo para cuando puedas hacerlo correctamente.

Vestidos negros para mantilla de Yolanda Rivas y Francisco Tamaral.

Entre la propuesta de cumplimiento estricto de las normas y esta segunda que se salta unas pocas, tenemos un nivel intermedio que va introduciendo leves cambios, poco a poco, y que intenta adaptar la tradición a la evolución de la sociedad. Es esa línea la que nos mostraron las propuestas de los diseñadores Francisco Tamaral, Atelier Rima, Yolanda Rivas, Antonio Gutiérrez, Carmen Latorre y Gil Ortiz en el evento ‘Sí, Mantillarespecto a cómo imaginan un vestido negro para vestir mantilla que, en esta ocasión, eran de la casa Foronda, tanto en encaje como en chantilly, junto a peinas y broches, algunos de ellos firmados por Fina Estampa Complementos.

Vestidos negros para vestir de mantilla de Atelier Rima y Yolanda Rivas.

Pero volvamos a esa adaptación que os comento. Me explico. La mantilla comenzó utilizándose como prenda de abrigo en el norte de España, por aquello del frío, y como exorno en el sur. Aunque en el XVI se impuso la moda italiana de llevar el cabello al descubierto, no desbancó ‘ipso facto’ el uso de la mantilla en la península. Tardaría algo más de tres siglos en desbancarla como prenda de uso diario. Entretanto, la Reina Isabel II, amante de los encajes, le dio un gran impulso hasta su muerte en 1868. Hecho que, junto a la tendencia italiana de cabello al aire, propició el aumento del desapego hacia ésta a finales del XIX, comenzando a sustituirse por el sombrero y quedando relegada para señoras mayores en ciertas ocasiones especiales.

Mantilla y peina para diseño de Yolanda Rivas en Sí, Mantilla

Cuento todo esto porque, en mayor o menor medida, se demuestra cómo ha ido evolucionando la mantilla y su uso con los tiempos, con las rutinas de la sociedad y el pensamiento de cada época. Es más, aunque ahora se realiza sólo en tono negro o blanco, cuando las señoras salían con mantilla a diario, como lo hacemos ahora con el móvil o el bolso, las llevaban de colores, triunfando tonos como el carmesí, el verde y el ámbar. Algo impensable hoy día. Recordad que hubo quien criticó la mantilla en índigo de Carmina Ordoñez en la boda de su hijo Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo en la Catedral de Sevilla.

Vestido negro ladylke de Carmen Latorre en Sí. Mantilla

Dicho esto, defiendo el respeto por las costumbres, pero entiendo que pueden variar un poco para que nos sean más cómodas y asegurarnos que, realmente, pervivan en las siguientes generaciones. No somos señoras del XIX sino del XXI.

Vestido negro con vuelo canastero de Francisco Tamaral para vestir de mantilla

Por eso, quizás un vestido con manga de capa en el largo de manga francesa con guantes sea más liviano para una ciudad como Sevilla en la que en Semana Santa, a veces, hemos alcanzando, holgadamente, los 30 grados a la sombra. No es una manga pegada al brazo como debería, pero tampoco deja ver hombros y cumple la medida. Como tampoco debería resultar inapropiada una manga corta de línea abullonada inspirada en los 80. Creedme, con calor unos centímetros marcan la diferencia.

Diseño estido negro para mantilla de Carmen Latorre

En otras propuestas vistas en el evento reivindicativo del uso de mantilla, como es ‘Sí, Mantilla’, también pudieron contemplarse otras que pasan por cumplir las reglas de largo de manga al cien por cien, pero reinterpretándolas en tejidos transparentes o semitransparentes en un elegante devoré o en un lunar tamaño euro. Y que, quizás, los más puristas no lo vean con tan buenos ojos, pero cumplen con el protocolo de largo de mangas.

Perlas para vestir de mantilla con este diseño de Francisco Tamaral

Respecto al otro largo, el del vestido, todos, sin excepción, se atenían a lo establecido desde siempre, que, dicho sea de paso, suele estilizar y embellecer. Además, otra característica que destacamos entre los diseños vistos radica en el volumen de falda. Pues, junto a esa línea lápiz tradicional, en algunos de estos vestidos negros el vuelo se desprendía del talle, dejando que se adivinara, y en otros, como ya he dicho, se atenían a lo clásico, mostrándonos así una diversidad amplia. Tanto que incluso se conformaba en canastero y en dos alternativas, una para vestido y otra, por qué no, como un dos piezas, constituyendo ambos verdaderos caprichos cargados de elegancia.

Diseños de vestidos negros para vestir de mantilla de Francisco Tamaral y Carmen Latorre, con complementos de Fina Estampa y mantillas de Foronda.

Por tanto, y en resumen: por qué no llevar una manga que te aporte frescor si ya, en su momento, el tejido de la mantilla era diferente y el uso también dependiendo del clima. Por qué no emplear tejidos más ricos en la indumentaria si la sociedad, hoy día, en general, cuenta con más posibles que la de los siglos de máximo apogeo de la mantilla (del XVI al XIX). Por qué no optar por siluetas en las que el corte no sea recto, como la ladylike, pero el largo sí el adecuado, cuando resultan ser más cómodas y livianas para la mujer urbanita del XXI, cuya rutina y vida en sociedad no es comparable con la de épocas anteriores y siempre busca confort en las prendas.

Mantilla colocada para Viernes Santo en un estilismo de Yolanda Rivas

Aprovechemos este pequeño resurgir del uso de la mantilla, sobre todo gracias a la ciudad de Sevilla y al mantenimiento que ha hecho, con mayor o menor éxito a lo largo del tiempo, de esta tradición en Jueves y Viernes Santo, Pasión y Muerte de Cristo, para, sin romper moldes, adaptemos las normas y acerquemos, así, la tradición a las nuevas generaciones, que son las que se encargarán de transmitir el uso de la mantilla a las que les sucedan. Conservemos así una de las prendas españolas, por excelencia, que incluso simbolizó una revolución pacífica, la conspiración de las mantillas, ayudando a destronar en 1873 a Amadeo I como rey de España con la renuncia del mismo por la ‘ingobernabilidad’ de los españoles.

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