El estilo desestructurado en moda proviene del movimiento que se produjo entre los años 1919 y 1933, corto plazo de tiempo en el que la Escuela Bauhaus estuvo en funcionamiento y dejó su huella para siempre. Esta influencia en el arte quiso aunar dos disciplinas contrapuestas y condenadas a entenderse, como son las Bellas Artes y las Artes Aplicadas u Oficios. Propiciando la aparición de este movimiento alemán que supuso una ruptura con aquello adjetivado de convencional en la época, revolucionando el arte en todos sus aspectos. Pues, aunque su ámbito de actuación se inició en lo arquitectónico, pronto comenzó a inspirar el mundo del arte y del diseño.
Este estilo no ha dejado de reaparecer en moda desde entonces. De hecho, hace un par de temporadas reapareció en pasarela, protagonizando, también, el año pasado una exposición en París, que recopilaba tanto objetos decorativos, como muebles, obras de arte y creaciones de moda. Una prueba más de su presencia permanente en la moda y el arte.
Pues bien, toda esta corriente creativa descrita es fácilmente palpable en la nueva colección de Chloe Malla, presentada en El Puerto Santa María tras las propuestas dulces y coquetas de Victorio y Lucchino. Desfile en el que, además, se produjo un doble estreno, tanto de colección como de estreno en pasarela, pues la firma como tal, con casi dos años de vida, aún no había tenido su puesta de largo. Su diseñadora, Virginia Jiménez, sí atesora ya cierto bagaje en esto de los backstages, fittings y presentaciones a medios, pero para Chloe Malla ha preferido tomarse su tiempo para la presentación en pasarela.
Durante su desfile, el visionado de sus propuestas, en conjunto, me permitió advertir en la firma este estilo del que os hablo y que la define muy bien. Y que, a pesar del poco tiempo de vida de la misma, se denota madurada, pues su diseñadora acumula experiencia en otras aventuras en moda que le han ayudado a evolucionar, marcando su propio estilo.
Es un estilo que ella califica como de flamenco chic y al que me gusta añadir el calificativo de desestructurado, ese estilo Bauhaus que he descrito al principio. Es más, podría concretar su denominación como ‘estilo flamenco desestructurado’, a la vista de los diferentes looks desfilados en pasarela y de la propia opinión de Virginia Jiménez sobre sus creaciones.
Ya en una conversación previa a su desfile me comentó que su colección era algo flamenca. Y la verdad que sí que lo es, pero algo más que un poco. Los volantes, sello distintivo por excelencia de cualquier textil aflamencado, se paseaban en sus diseños por el pecho, enmarcaban talles, los colocaba al bies y al hilo y los usaba para contornear el bajo de las faldas, entre otras muchas ocurrencias de Chloe Malla para este textil fruncido. Hasta carruchas ha usado en sus vestidos de primavera verano. ¡¡No se puede ser más flamenca!!
Y es, precisamente, la manera que tiene de repartir estos vuelos rizados lo que hace que su estilo encaje en esta corriente a la que intentaron silenciar en la primera mitad del siglo XX, tras el cierre de la Escuela Bauhaus, y que, a día de hoy, se demuestra no han conseguido, por la permanencia y perpetuidad de esta corriente desde entonces. Pues no sólo es fuente de inspiración para diseñadores, sino una manera de definirse con la que se sienten identificadas muchas firmas vanguardistas o diseñadores que, simplemente, buscan darle un aire de modernidad a sus creaciones para alejarse de los convencionalismos.
El estilo desestructurado viene a ser un arte abstracto desordenado, como bien han definido algunos historiadores, y ha enamorado a cientos de firmas de moda desde que nació, como Michael Kors, Ralph Lauren, Chanel, Fendi, entre otros. Y también lo ha hecho con Chloe Malla, quien le añade ciertos elementos de vuelos rizados y carruchas, para ese toque flamenco que tanto ama y respeta. Estilo de la firma que, a veces, también se le puede añadir el calficativo de ‘ad lib’, pues ese aire ibicenco que desprenden los tejidos naturales, ansiosos de comodidad en tonos claros, también se palpan en sus diseños.
Sus creaciones siguen, en su mayoría, la pauta básica del estilo bauhaus de la ‘no forma’, por lo que el patronaje va buscando el confort en el vestir, dejando atrás los ajustes de siluetas lápiz para permitirnos ir vestidas y ligeras, sin notar que llevamos algo puesto. Tal y como ha hecho Chloe Malla en gran parte de los vestidos de su colección, ha seguido esta característica del estilo desestructurado, en el que sólo las prendas de arriba cumplían, con rigor, estos cánones, pero alargándolas hasta las rodillas.
Por lo que sus vestidos son fluidos, sin cremalleras y, si me apuras, sin botones, al menos nos los ví. Tampoco dibujan silueta seseante, sino más bien la acogen en vestidos en forma de A, de manera que, tengas el tipín que tengas, siempre te estilizan, convirtiéndose en esos comodines perfectos para los días en los que buscas libertad de movimiento. Por tanto, puede decirse también que son prendas sin edad, sin límites y sin armario específico. Quien las viste se encarga de añadirle todos estos datos.
Pero, ¿cómo integra Chloe Malla un elemento clásico como el volante, en un estilo rompedor? Colocando, precismanete, en aquellos lugares no habituales del mismo. Por ejemplo, en paralelo reparte un trío de volantes, pero hacia un lado y en oblicuo al bajo del vestido, al bies. Tampoco comienzan estos vuelos y acaban a la misma altura, ni les resulta la cintura una barrera en la que frenar, pues alcanzan la sisa y sobresalen del largo de la pieza principal.
En otro diseño, las capas de volantes se superponen como lo harían en el vuelo de un traje de flamenca, con la diferencia que aquí se comienza justo en el pecho, a modo palabra de honor zigzagueante. Otra forma poco habitual de ver estos vuelos al aire.
También ha jugado con la dualidad de tejidos, partiendo en dos un diseño con la ayuda de tonos y estampados textiles, ajustando con cinturón el vestido al cuerpo, pero sólo ahí. Quedando la parte de la falda en forma de tulipán a juego con las mangas farol.
Pero mi favorito se cose en batista de algodón perforada y se imagina con un volumen desmesurado y carrucha para un patrón sin mangas. Se aúnan aquí con armonía su estilo flamenca chic, que ella misma define, con el desestructurado de inspiración ibicenca. ¡¡Simplemente bello!!
Junto a éstos, ha seguido la misma línea para vestidos algo más largos, con vuelos en forma de pañuelos y escotes uve o cuadrados, sin olvidar alguno en silueta lápiz y largo casi midi de estampados florales.
Y todo realizado bajo la filosofía del ‘slow fashion’ o moda sostenible, que procura el aprovechamiento del tejido para la minimización de residuos, respetando así la naturaleza que le rodea, por eso el empleo de textiles sin composiciones artificiales, como son la seda, el algodón y el lino. Con preferencia de los tonos más bien suaves.
De esta manera, ha reaparecido Virginia Jiménez, con su firma emergente y su peculiar punto de vista del diseño, propiciado por su formación en Bellas Artes, que complementó en Central Saints Martins de Londres. Pues, de alguna manera, ella también es un poco desestructurada, dado que su inconformismo con lo habitual le lleva a experimentar otras posibilidades fuera de lo común, siendo ahí donde, precisamente, encuentra su mejor yo.
Por mi parte, añado Chloe Malla a mi lista personal de firmas a las que seguir la trayectoria, pues a Virginia Jiménez le queda aún mucho por cortar y coser en moda. Aporta frescura y mucho estilo a un sector, a veces, demasiado dominado por la vertiente comercial. ¡¡Gracias por diseñarnos tu moda!!