A veces, nos gusta pararnos, volver la vista atrás y disfrutar un poco del pasado mientras rememoramos esos momentos vividos. Sobre todos los que se nos graban para siempre y nos hacen sonreír cuando vienen a la mente. Otras veces es un gesto, algo que sucede, cualquier cosa inapreciable, la que trae a la memoria bonitos recuerdos. Eso es lo que, precisamente, le sucedió a María José Blay mientras reordenaba sus cosas. Abrió un cajón y, de repente, ahí estaba una falda que su madre le hizo cuando era pequeña para ir al Rocío.
Fue verla y la memoria se le llenó de imágenes, de nombres, de olores y sabores, de días enteros en el camino, de lluvia, calor y momentos en con familia y amigos por la Raya Real. ¿No te ha pasado a tí alguna vez? Seguro que te has topado con una camiseta de un ex novio, un collar que te regaló tu mejor amiga de pequeña o la entrada de un concierto que guardaste y siempre buscaste. Al tenerlas de nuevo en las manos, palpas sensaciones olvidadas y las revives una vez más.
Eso mismo le sucedió a María José Blay. No pudo resistirse a tantos buenos momentos y, como los creativos son así, justo ese instante fue la inspiración perfecta para su nueva colección flamenca a la que ha llamado ‘Mis quereles’. Porque no sólo relata con textiles esos años, sino también porque homenajea a su familia, pues fue con ellos con quienes, claro está teniendo la edad que tenía, vivió todas esas peregrinaciones para ver a la Blanca Paloma.
Así que acompáñame que viajaremos con ella al pasado, a esos moviditos y vibrantes años 70. ¿Recuerdas esos estampados geométricos, con ciertas pautas repetitivas propio de cualquier traje de flamenca setentero? Pues más o menos los evoca, pero con lunares. Entonces se colocaban cada uno en su sitio, equidistantes. Ahora, María José Blay ha diseñado un estampado que los dispersa de manera agrupada, en tonos vivos sobre un popelín en rosa, tejido estrella en esos años para los trajes de flamenca. Su resistencia y el cuerpo que tiene lo postulaba como buen candidato. Otro textil muy apreciado entonces era el organdí, de aspecto más rico y elegante, pero algo más tieso también.
Pero centrémonos en el tejido que ha diseñado en exclusiva para sus quereles. Esos lunares de diferentes tamaños y tonos, que aglutina dejando espacios vacíos entre los distintos montoncitos. Mira cómo queda en este setentero, de talle pegado hasta la cintura y vuelo desde allí, rematado con un solo volante. Eso sí, ha prescindido de las obligatorias mangas largas con vuelo en la muñeca.
Lo complementa con pulseras anchas, maxi collar de bolas y pendientes de plástico, tal y como marcaba el estilo de los 70… ¿iQuién no lo tuvo?! Flores y, por supuesto, un par de caracolillos en el pelo, pues no se nos olvide que hablamos de la época de la España cañí y el Pepito piscina.
El peto era una prenda habitual de esos años y lo introduce en la colección al más puro estilo de los setenta, con camisa de cuello grande y abierto, pañuelo atado a un lado, un básico de estos looks, y gafas redondas de pasta, como las que llevaban las azafatas del ‘Un, dos, tres’ que, por cierto, me chiflan. Tengo que preguntarle a María José Blay dónde las ha conseguido. Con este estilismo, lograba meternos en ambiente.
Uno de mis favoritos de la colección es un vestido de flamenca abotonado, con bolsillos y costuras para simular a esas prendas en tejido vaquero, tan en boga en esos años. ¿Recordáis los Lois y el anuncio en el que la chica se tumbaba en la cama para abrochárselo? ¡¡Qué levante el dedo quien no hizo lo mismo!! Los que no habéis vivido esos años no cuentan.
Pero el auténtico traje de flamenca setentero, ése del que no hay dudas que marcó y simbolizó a una época, es éste. De lunar de avainillado, con carruchas y enaguas en fresa, bien evocaban ese aspecto almidonado de las de entonces, que despegaban el vuelo en horizontal más que en oblicuo.
Pero no sólo los setenta se han visto reflejados en sus diseños, los 80 y un poquito también la que nos toca en el XXI, se han paseado en SIMOF 2018. Escogiendo para éstas últimas, tonos con fuerza que dibuja, en este estampado chillón, una flamenca de volantes de capa al hombro y talle ceñido, que se hermosea con otros tantos.
O este otro rojo con hechuras similares, pero algo más señorial, en el que las enaguas se llenan de pequeños volantitos al hilo, repetidos también en las mangas y colocadas por debajo de los volantes al hombro, para que se aúpen y queden tal y como ves, aportando glamour a este traje de flamenca.
Los ochenta, esa otra década singular que también ha guiado los bocetos de María José Blay para crear ‘Mis quereles’, los reservó para cerrar su desfile. Escogió de estos años esa etapa discotequera y festiva, eligiendo tonos como el negro, el blanco y el dorado para vestir talles ajustados, cuerpos cruzados, mangas jamón, chaquetitas toreras y, cómo no, también aquí un mono cuajado de pailletes con escote interminable, de los que se frenan en la cintura.
Como ves no ha olvidado ninguno de los recursos textiles que marcaron esos años. Y de todos los creados con esta inspiración, mi favorito es el de la chaquetilla corta y mangas farol, que rememora esos estilismos flamencos de dos piezas en el que el traje de flamenca sin mangas se acompañaba de esta segunda prenda de manga larga. Look que se alargó hasta comienzo de los 90.
Tampoco ha dejado atrás el símbolo de los ochenta. El traje de talle ajustado hasta la mitad de las caderas, comenzando allí el vuelo de unos 3 ó 4 volantes, pues eran más bien grandes, y de manguita corta, que podía ser abullonada o, simplemente, un vuelo rizado. Solías verlos con pasacintas y encajes de bolillos.
‘Mis quereles’ es una colección que resume la niñez y adolescencia de María José Blay, con esos cambios propios que se producen en la personalidad, buscando la dulzura y ternura de los lunares sobre rosa al principio y la rebeldía y la independencia quinceañera de los negros y brillos, al final. Pero, visto con los ojos que le aporta, desde el hoy, la madurez, perfilando y definiendo todos esos pequeños detalles que se aparcan en el camino y que realzas pasada esa etapa de locura.
Porque como dice la letra de ‘Comedias y tragedias’ canción de Alaska, icono musical, por cierto, de esos años y con la que cerró su desfile en SIMOF, ‘piensa que el futuro sigue en blanco, que nada está escrito, que todo es posible’.
Me quedo con ese mensaje positivo que nos ha dejado en su vuelta a SIMOF, con el dulce y elegante revival que ha hecho de los 70 y los 80 para dar las gracias a sus quereles, a sus más queridos, y con sus refrescantes propuestas para esta temporada, que son un buen resumen de todo lo que está influenciando en flamenca desde hace un par de años.
¡¡Gracias por traernos esos recuerdos tan bonitos que hemos vivido a través de tus trajes de flamenca aquellos que, como tú, crecimos con Los Pitufos, La bola de cristal y Barrio Sésamo!!