Volantes de Mi Lerele, Pablo Retamero y Juanjo Bernal

Pocos días antes del que podría haber sido su 93 cumpleaños, Pablo Retamero y Juanjo Bernal presentaron en We Love Flamenco su nueva colección flamenca llamada Mi Lerele, que ha venido a ser todo un pequeño homenaje textil, a base de lunares y volantes, a ella, a María Dolores Flores Ruíz, ‘la Lola de España’.

Alguien como ‘la Irrepetible Lola’, no pasa de puntillas por el mundo, pues conquista y gana batallas. Así, el New YorK Times dijo de ella: ‘ni canta, ni baila, pero no se la pierdan’, el poeta José María Peman la bautizó como ‘torbellino de colores’ y mucho antes, años atrás, sería su propio padre el ‘camelao’, pues le convenció para que vendiera el bar que poseía en Jerez y así marchar con toda la familia a Madrid. Lola buscaba su oportunidad y estaba claro que nada podría pararla.

Tan sólo un par de años después, en el 1942, con apenas 19 años, Lola Flores entró a formar parte de un espectáculo teatral llamado Cabalgata, en el que cantaría, por primera vez, Lerele, canción que supuso para la artista un antes y un después en su carrera y que en éste 2018 ha inspirado la nueva colección de moda flamenca de Pablo Retamero y Juanjo Bernal.

La letra de Lerele, sus películas, su vestuario, su age, su manera de moverse y cantar en el escenario, su virtuosismo con el verbo recitado y su barroco joyero, ¡cómo no!, han inspirado cada uno de los volantes y complementos de esta colección, en la que Lola es musa de diseñadores, por cierto, paya adoptada por la raza calé, que impregna de casta y poderío cada costura flamenca que imaginan.

Dos batas de cola, dos porque se trata de Lola, porque marcan el principio y el final de su paso por el Salón Real del Alfonso XIII de la mano de Pablo Retamero y Juanjo Bernal. Una en blanco y rojo, otra negra, de escote uve, generoso, y talle bajo, ceñido, con volantes menudos que miran de frente, como lo haría ella con sus ojos rasgados, negros como el azabache, en la película Sevillanas de Carlos Saura.

Los estampados, como no podía ser de otra manera, se prodigan por los distintos talles, a veces sobre tonos grises salpicados de otros tantos vibrantes, que rematan mangas desmesuradas para los vuelos de capa en el puño.

Otras se multiplican en talles setenteros, que sesean al aire con desparpajo en el Alfonso XIII.

A veces sólo se pasean desde el hombro hasta las caderas, algo abigarradas, pero con volumen y al tono en un cándido azul verdoso empolvado que acaricia el suelo en modo canastero.

Algunas el guipur se agarra a ese torbellino de colores que fue La Faraona y reposa sobre blanco, donde la asimetría permite que un segundo detalle del traje de flamenca resalte sobremanera. Se trata, de nuevo, del puño, de cómo una carrucha rizada se coloca al lado de otra para dibujar el volumen sobre la muñeca, elevando ese glamour natural que tan bien saben manejar Pablo Retamero y Juanjo Bernal.

O el uso de flores en escotes asimétricos. Esos que ellos volantean en el escote y que alcanza el lado contrario descendiendo por el talle para dejar uno de los hombros desnudos. En ese estilo perfecto que se acompaña bien de bolsito de mano tipo clucth, complemento cada vez más habitual en El Real de la Feria.

Mismo juego dispar que emplean en este otro, en el que las enaguas aportan color y el talle se sube, naciendo los volantes en la cintura en uno de esos estilismos flamencos en el que los testiles rizados de manera discreta priman en el look flamenco. Que, dicho sea de paso, se torna favorito por aquellas quienes no se hallan con ciertos volúmenes y optan por propuestas intermedias como ésta.

Pero vayamos a los lunares, de los que Lola hizo uso siempre en su vestuario a lo largo de su carrera. Desde los minúsculos, esos incombustibles que no pasan de moda, hasta los medianitos, tamaño moneda de dos euros, que se tiñen de negro para esparcirse por el amarillo setentero de cuello caja con aplicaciones florales.

O la versión en tonos como el índigo, que se prodigan por satenes de seda en ónix, con ese glamour chic propio de la Feria de noche, enroscándose cerca de los hombros un volante de capa que se une a ciertos rizados con el propio tejido que se enredan en cierto orden, creando un palabra de honor con asimetría.

La opción de terciopelo deja que el moteado pase desapercibido y se pierda, con suavidad, en volantitos al hilo, para unos, y mangas abullonadas, en otros.

Pero son el rojo, las cadenas y los complementos de tamaño considerable los que formaban parte de la idiosincrasia de esta artista, ingredientes que han tenido también espacio en esta colección. Se ha mezclado este carmín con blanco en estilismos que evocan, con fidelidad, a esos trajes de flamenca propios de los años 50, cuya armonía coqueta se basaba en menos es más, procurando volantes en su justa medida, subidos por aquí y allá, sin demasiadas estridencias, pues primaba la sencillez.

Merece la pena pararse en este traje de flamenca y disfrutar de cómo Pablo Retamero y Juanjo Bernal versionan esta minuciosidad en sendas bolas de volantes para puño y hombro.

La contundencia del rojo hace inevitable que la mirada se quede atrapada por el movimiento del traje de flamenca al caminar, consiguiendo suavizar el barroquismo de piezas como los pendientes XXL y las cadenas ochenteras con lazo, colocándolos de manera correcta, compensando las flores el peso visual del conjunto.

Toda la colección al completo puede decirse que ha sido un cúmulo de momentos a lo Lola Flores. Pues Pablo Retamero y Juanjo Bernal han sabido integrar en las flamencas del XXI esos componentes propios de la raza calé que tan a gala vestía Lola Flores. Porque no hay flor en el mundo que se mueva mejor que ella, porque se entrega en cada palmeo y compás con el alma y la vida, porque para hacerlo como lo hace, se necesita el empaque de ‘emperaora’ que Lola tiene. Y sobre todo, porque de un mito nunca se puede hablar en pasado, hay que hablar en presente como lo han hecho Pablo Retamero y Juanjo Bernal en la última edición de We Love Flamenco.

Logrando que Lerele, Mi Lerele, inspire a Pablo Retamero y Juanjo Bernal, dando forma a este ramillete de flamencas salpicadas por ese age que La Faraona repartía en el escenario.

‘No me dejes gitanito canastero porque te quiero como yo a nadie querré’